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Humor

viernes, 22 de agosto de 2008

Teatro del absurdo, un enfoque creativo a cerca del pesimismo

¿Hay algún significado para nuestra existencia? La necesidad humana de la explicación de su presencia en el mundo ha sido satisfecha siempre por la religión y por los creadores de los sistemas filosóficos que dieron a la vida humana significado.
La I y la II guerra mundial causaron la pérdida de las últimas certezas humanas más profundas y trajeron al mundo, definitivamente, la idea de que en este globo – sistema falta cualquier principio de unificación, sentido o conexión con la vida humana.
Si se asume la ausencia de sentido, y ésta es la expresión del espíritu de una época, el mundo llega a ser irracional y definitivamente entran en conflicto el ser humano y el mundo.
El teatro del absurdo aborda la extrañeza del ser humano en su propio medio natural, la enajenación a nuestra propia existencia. Por lo tanto Ionesco, Beckett y Camus, coinciden en que lo absurdo esta desprovisto de propósito, apagado de sus raíces religiosas, metafísicas y trascendentales, una vez el hombre perdido, transforma todas sus acciones y argumentos en cosas sin sentido, pero siempre tratando de llegar al origen de la esencia, a la respuesta de un porqué.
Dos componentes básicos para que exista la absurdidad como tal son el UNO y el MUNDO. La comparación de estos dos elementos promueve la descomposición de cada uno de ellos, debido al dualismo propuesto por René Descartes quién estudió muy afondo el nexo existente entre el mundo exterior y la interioridad del individuo.
El sistema de pensamiento pre existentes y las experiencias rutinarias del sujeto se dan de un modo incompatible, al final de los actos se da una vida mecánica, pero a la misma vez se inaugura el impulso del sentido, por eso los mementos en que esto se hace conciente se convierten en una cadena de sucesos trágicos. La absurdidad se presenta a partir de los momentos en que todos los actos de la vida fluyen mecánicamente, y solo por un cuestionamiento ante ellos mismos, se paran, por lo tanto el sentido comienza a despertar, a moverse. “El comenzar a pensar es el comenzar a ser minado”.
El conflicto y la lucha permanente confrontan la contradicción desde un punto de vista pesimista, pues no hay otra manera que exprese mejor la inconformidad ante la mecanización del sistema. Por lo tanto enfrentar esa situación constituye la base de la libertad humana, constituida en el hecho de que no exista un sentido, una lógica, un ayer o un mañana.
“La única manera de parar la absurdidad es no pedir razones” dentro de la incoherencia, también existen momentos efímeramente hermosos.
Aunque si bien es cierto el auge de esta corriente de pensamiento se da durante el siglo XX, desde el siglo XVI es evidente que se considera absurdo a todo aquel que se manifieste de manera excéntrica ante los marcos de referencia que impone la sociedad, por lo tanto desde Erasmo de Rótterdam con elogio a la locura (1511), hasta Lewis Carroll (1832 – 1898), se consideran plataformas para el desarrollo de la corriente e inclusive dar pie a las investigaciones sobre surrealismo y otras corriente que involucran el estudio de las estados no considerados normales dentro del sistema.
El existencialismo gestado por Sartre y apoyado por otros autores indirectamente (Nietzche y Haidegger), colocó al humano en un mundo desprovisto de sentido, armado solamente con la libertad que su existencia otorga: el hombre vive para nada en un mundo sin significado, en el no hay otra manera que el rechazo para afirmar la libertad. Otros colaboradores indirectos que presentan huellas del pensamiento absurdo son los poetas malditos (Alfred Jarry, Gerorge Fourest) y por otro lado, Kafka, James Joyce, André Malraux y Henry Montherlant,
El teatro absurdo es el arte teatral que sucede en el exterior, que toca desde el exterior y que nace y muere ahí, como consecuencia, el drama es un género más visible que literario, donde los elementos visuales exclusivamente dramáticos tales como movimientos, gestos físicos, ect, crean un cuadro multidimensional.
De este modo, este tipo teatro coloca al espectador enterado de su posición incipiente en el universo, que precario y misterioso, expresa la ausencia de cualquier sistema cósmico generalmente validado de valores. Se comunica y se ofrece la versión más íntima del autor de la situación humana, el significado de la existencia para sí mismo, la propia visión de mundo del autor. Esto determinando su forma específica, que es naturalmente diferente de la forma épica del teatro.
El absurdo no coloca al ser dentro de una categoría ni histórica, ni social ni cultural. No se refiere a la narración de acontecimientos, aventuras o anécdotas. De hecho, se trata de presentar la situación básica y primaria del individuo.
La realidad del absurdo se expresa a través de imágenes y de proyecciones exteriores de la mente, generando un efecto espejo mediante la sutileza de la conducta propia del personaje.
Mientras los filósofos se encargan de la absurdidad de la existencia humana racionalmente, usando su propio lenguaje; los dramaturgos absurdo lo expresan a través de un metalenguaje escénico completo.. Nos ofrecen la posibilidad de pensar no sólo acerca de la absurdidad, sino de sentirla y experimentarla simultáneamente con los actores y el autor, que transforma su mente en un lenguaje dramático simbólico.
La obra absurda, al centrar la trama en los problemas de comunicación, se transforma en un discurso acerca del teatro, en una meta-obra. No hay enigma, si se puede plantear una cuestión también se puede responder. El escepticismo no es irrefutable, sino claramente sin sentido si pretende dudar allí en donde no se puede plantear una pregunta, pues la duda sólo puede existir cuando hay una pregunta; una pregunta, sólo cuando hay una respuesta, y ésta únicamente cuando se puede decir algo.


Paola González Vargas

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