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Humor

lunes, 24 de agosto de 2009

El amor por los caminos del bosque

CONSIDERACIONES A PARTIR DEL ENSAYO EL ORIGEN DE LA OBRA DE ARTE DE MARTIN HEIDEGGER

El origen se plantea como punto de partida, de encuentro y desencuentro en El Origen de la Obra de Arte de Heidegger.

En primera instancia para llegar a definir ¿qué es arte? ó ¿cómo podemos hacer de la cosa un hecho artístico? Necesitamos comprender el origen y la naturaleza de la cosa misma.

La cosificación de las cosas para Heidegger es un hecho necesario y natural, por cuanto necesitamos reconocer todo lo que nos rodea lo podemos hacer a través del material y la forma y esto a su vez se convierte en el campo mismo donde la cosa puede ser artística (o un objeto de arte).

Esto sucede porque bajo los laberintos del lenguaje fijamos conceptos representativos (representaciones) de las cosas mismas y estos conceptos muchas veces quedan supeditados a diversos esquemas conceptuales, dentro de los cuales podríamos pensar en situar las teorías de estética y arte. No obstante, no podemos aferrarnos a ello puesto que los conceptos de materia y forma pueden ajustarse a casi cualquier otro campo no referente al hecho artístico.

Aún más allá, el problema de la definición de obra de arte se torna más complejo por cuanto se involucran los valores utilitarios de la cosa y la representatividad de los conceptos frente a la cosa real o la cosa en sí misma.

Para Heidegger, los caracteres de utilidad y de elaboración, son los que determinan los valores que se pueden entender cómo artísticos. En tanto una obra de arte posee un valor utilitario y está elaborada para un fin (en este caso, la contemplación o el goce estético) entran en juego una serie de factores estéticos que pueden contener racionalmente la experiencia del arte como obra y no como proceso.

En las diferentes tendencias artísticas a través de la historia se ha tratado de definir o configurar qué es y qué no es una obra de arte basándose en los más diversos criterios de selección, sin embargo siempre se ha aclarado que el arte es el resultado de un proceso interno de aquel que lo produce, que busca exteriorizar su criterio de una manera sensible que va más allá de la comunicabilidad del lenguaje y que pueda ser leída de diversas e inclusive, opuestas maneras por terceros.

La filosofía, no obstante, se ha encargado de desenmarañar los procesos de pensamiento y razonamiento que hay detrás de los objetos/ sujetos, es decir, de las cosas. Es por ello que para la filosofía Heideggeriana la contemplación es un punto de partida para definir los caracteres de utilidad y elaboración, y es por ello que la obra de arte representa un ponerse en la obra de la verdad.

En el ensayo sobre El Origen de la Obra de Arte existe un claro conflicto sobre si el arte corresponde a un esquema más de representación, como lo es el lenguaje, o si su verdad radica en quién interpreta una representación cargada de una energía mana, algo que está más allá del logos y que la propia filosofía no puede definir.

El arte escruta los caminos de la verdad, la verdad como aquello incognoscible, intangible. Aquello a lo que se aspira a conocer pero que parece inalcanzable, a la totalidad del ente:

“Así pues, en la obra no se trata de la reproducción del ente singular que se encuentra presente en cada momento, sino más bien de la reproducción de la esencia general de las cosas”.[i]

Pero no podemos reducir la obra de arte a aquello que es un utensilio dotado de un valor estético añadido, y es entonces donde nos damos cuenta que la estética juega un papel fundamental en la valoración de obras de arte.

La estética para Heidegger conlleva a una separación de los conceptos tradicionales o de lo que podemos sobreentender como estética, como aquello que busca la apretura, el des encubrimiento, la verdad de lo ente.

Ese carácter individual de cada obra nos lleva a determinar su autosubsistencia, ese ser-obra de la obra en sí misma. Esto implica una separación del artista de la obra, algo muy tradicional en las bellas artes. Sin embargo en el arte del siglo XX hay un asomo a un cambio de valores estéticos sobre la propuesta de Heidegger, pues la separación entre el artista y la obra no se el fin último de la nueva obra de arte.

Para determinar los valores estéticos propios del ser-obra, hay que tomar en cuenta la capacidad transformadora de la propia naturaleza que el arte posee y su carácter de simultaneidad, pues contienen múltiples acepciones correspondientes a aquello que es el arte o lo artístico.

Sobre la estética y su relación con la metafísica podemos observar como desde Ser y Tiempo, Heidegger opone a la metafísica como doctrina y la impone como una búsqueda de la verdad que es constante e inconclusa.

La metafísica para Heidegger tiene el papel fundamental de hacer preguntas sin encontrar respuestas definitivas, más bien respuestas transitorias que buscan alimentar la duda. Esa duda inicial es la que estimula a una búsqueda de conocimiento que es inherente al ser humano, por lo que el ser metafísico, el hacer metafísica no pueden constituir principios abstrusos u operaciones fijas, sino que más bien radican en el cambio e inestabilidad que produce esa continua duda que no se responde jamás.

Ahora, ¿Por qué es que podemos relacionar la metafísica con el arte si sus naturalezas son diferentes?

En el análisis del Origen de la Obra de Arte podemos dilucidar que existe una suerte de desocultación del ente (Aletheia) que se manifiesta en la obra de arte mediante afirmaciones como que la verdad acontece en la obra[ii], tomando como esto la concordancia entre el conocimiento y la cosa.

Tomando el desocultamiento como un hecho, un acto que va en búsqueda de una afirmación absoluta de la esencia del ser. Sin embargo, entre el ocultamiento y el desocultamiento existe una etapa intermedia que subyace en el encubrimiento.

El encubrimiento es ese intermedio donde se disimula, donde la presencia tiene un punto de ocultamiento y un punto mínimo de presencia, un estado transitorio del ente. El ocultamiento a diferencia de este estado anterior no es un estado dado simplemente, es un acontecimiento.

Hay un constante vacío que se encuentra en los límites de lo no seguro, de lo desconocido que es donde opera esta suerte y es ahí donde le es útil a los fines artísticos.

El arte en sí necesita de ese vacío metafísico, de esa abstención de lo absolutamente verdadero, para poder originarse en la cosa, la cosa útil, la cosa destinada a fines apreciativos donde soslayen las representaciones de lo no- verdadero.

Si nos enfrentamos con ello al problema sobre lo que es verdadero y lo que no es verdadero encontraremos que aquello que se encuentra sobre un elemento no dominado es un elemento oculto, porque no se conoce. Es la procedencia de la esencia:

“En la obra obra el acontecimiento de la verdad. Pero lo que obra en la obra está, por lo tanto, en la obra. Por consiguiente, aquí ya se presupone la obra real como soporte del acontecimiento.”[iii]


[i] Martin Heidegger, Caminos de bosque, traducción de Helena Cortés y Arturo Leyte, Madrid, Alianza Editorial, 1996, p. 32.
[ii] Este enunciado aparece en varios de los textos bibliográficos tanto como propias de Heidegger como de otros autores que hacen referencia a este tema.
[iii] Martin Heidegger, Caminos de bosque, traducción de Helena Cortés y Arturo Leyte, Madrid, Alianza Editorial, 1996, p. 44.

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