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Humor

martes, 18 de mayo de 2010

La obra política de Hobbes y Locke y su relación con Rousseau

Hobbes en el Levitán muestra un Estado de Naturaleza en el cual los hombres viven en guerra constante, peleando y compitiendo por las mismas cosas. Establece afirmaciones cómo que “el hombre es un lobo para el hombre” y propone que para conseguir la paz y lograr la sobrevivencia no queda más remedio que los hombres renuncien a su derecho natural, a favor de un tercero que no pacta, quedando sometidos a la fuerza irrestricta del Estado, tan poderoso el estado que Hobbes lo compara con la figura bíblica del Levitán.

 Locke nos presenta un estado de naturaleza menos violento que Hobbes. Los hombres están sometidos al imperio de la ley natural, este protege sus vidas y sus propiedades. Este Estado de Naturaleza, por tanto, no es un estado de guerra o de licencia de todos contra todos. Sin embargo, para una aplicación de la ley natural, se hace necesario la existencia de un juez imparcial. Para Locke, la creación de la comunidad política tiene una finalidad menos amplia que para Hobbes. No se trata de crear condiciones para que el hombre viva, sino que de perfeccionar las que ya existen dentro del Estado de naturaleza.

 Rousseau criticará tanto a Hobbes cómo a Locke porque el Estado de naturaleza a los que se referieren ambos tiene que ver con sus ideas propias sobre Estado de naturaleza. Para él este estado no puede estar vinculado a los conceptos de propiedad privada o de guerra perpetua porque no corresponden a estados naturales del hombre.

Las ideas de Rousseau sobre el hombre natural tratan de imaginar el hombre antes de la convivencia social como un ser sin moral ni razón ya que atribuye estas dos a la convivencia social. Los instintos que guían al hombre natural son el amor por sí mismo y la piedad para el semejante (este enunciado se desarrollará en la contemporaneidad por pensadores cómo Feyerabend y su teoría de la epifanía del rostro).

En este sentido el Estado de Naturaleza es para Rousseau un punto donde el hombre deja de ser animal para comenzar a ser hombre. A fuerza de colocar Rousseau tan lejos este estado natural parece que termina desapareciendo y más bien, lo que adquiere mayor importancia es su doctrina, es el proceso de desarrollo, cambio y transformación que el hombre va a sufrir para llegar a ser lo que es hoy en día.

Es por esto que podemos decir que el concepto de Desarrollo en aras de la modernidad es uno de los aportes roussonianos más importantes, esto hace que se diferencie de muchos de los otro pensadores seguidores del jus naturalismo de los siglos XVII y XVIII y se acercaría a pensadores del XIX que hablan sobre el desarrollo social del hombre.

Ese concepto de desarrollo es el que lleva a Rousseau a concluir que este proceso es perjudicial en sí mismo ya que destruye a aquel ser inocente, puro, hermoso y fuerte que era el hombre natural. Por el contrario encontramos al hombre moderno malo, débil, egoísta y en constante lucha de unos contra los otros. Rousseau es consciente que por naturaleza el hombre no es un lobo para el hombre como lo afirmaría Hobbes, pero que el desarrollo social lo transforma en un ser perverso.

En este sentido la crítica al capitalismo que hace Rousseau en un estadio muy temprano, será ampliamente re utilizada en el siglo XIX, donde además se recata la idea de que el hombre necesita a los demás y a la sociedad para adquirir la moral y la razón.

Rousseau parte de que el hombre es libre o sencillamente no es hombre, por consecuencia si nos agrupamos con fines políticos no es para perder la libertad, sino más bien para preservarla. Ser libre en el estado de Naturaleza consiste en no estar sometido a la voluntad de ningún otro. Ser libre políticamente consistirá en no estar sometido a la voluntad de otro, pero también en el vivir bajo la ley que uno ha contribuido a dictar.


Por lo tanto la comunidad política nace mediante un contrato social que todos los hombres suscriben, este, bien entendido, propone la renuncia total a todos los derechos naturales y el someterse al nuevo ser moral que nace con este pacto. De esta forma tendremos asegurada la igualdad en la futura sociedad política. En cuanto a la libertad la conseguiremos por medio de la institución política fundamental que surge con el pacto: la asamblea integrada por todos los ciudadanos, órgano soberano encargado de dictar la ley, expresión de la soberanía Popular y de la Voluntad General.

Sin embargo con estos dos conceptos hay que tener en cuenta que esa voluntad colectiva surge del consenso de los hombres de manera individual, sin que el poder popular o la voluntad general se conviertan o transformen en un individuo represor más de las voluntades personales de cada hombre en sociedad.

Para Rousseau esa transformación del hombre en libre e igual es una decisión política que se da cuando todos los hombres renuncian, en virtud del contrato social, a todos sus derechos naturales, y serán libres porque no estarán sometidos a una voluntad ajena, sino a las leyes aprobadas en la asamblea, cómo expresión de la voluntad general.

El que los hombres se sometan a la voluntad general no es para Rousseau un acto altruista o de desprendimiento del ciudadano a favor a los demás. Es más bien una consecuencia lógica de las premisas de libertad e igualdad sobre las que se asienta la convivencia política.

Esta idea de convivencia política aumenta su relevancia cuando se junta con el de democracia, esta última legitimizada por la premisa de gobierno del pueblo por el pueblo, el pueblo bajo voluntad general emite las leyes y es el pueblo quién bajo voluntad general hace que se cumplan.

Existe entonces un concepto sumamente valioso de democracia: la identidad entre gobernantes y gobernados, entre quienes tienen el poder soberano de dictar leyes y quienes han de obedecerlas. Esta identidad es lo que garantiza que se hará un buen uso del poder soberano, un efectivo funcionamiento de la democracia.